La muerte de Michael Jackson es sin duda el hecho más trascedente de los últimos años para el mundo de la música y del entretenimiento. Mucho se ha hablado y especulado éstos días sobre la tormentosa vida del cantante norteamericano, pero nadie podrá negar que fue un hito, un verdadero ícono y que como tal rompió los paradigmas y las taras de las últimas décadas del siglo pasado. También hay que reconocer su inmenso talento para hacer del pop un movimiento de orden mundial. Fue pionero y víctima de la mediatización y de la globalización y prácticamente nunca tuvo vida personal. En fin, fue una verdadera leyenda que marcó a varias generaciones y especialmente a la mía que vio como el talentoso músico se convertía en el rey del pop.
Ahora bien, dice el adagio popular que “a rey muerto, rey puesto”, pero ¿quién podría tomar su lugar? La respuesta el simple: NADIE.
En un mundo de artistas plásticos y de estrellas fugaces que tocan la fama con las manos de la noche a la mañana y al día siguiente vuelven a ser nadie no hay quién asuma el liderazgo en la música popular.
Podría apostar que dentro de quince o veinte años varias generaciones sabrán quiénes fueron Michael Jackson, Mick Jagger, The Beatles, Elvis Presley y por supuesto Madonna, pero muy pocos recordarán a las estrellas fabricadas en “reality shows” o peor aún en estudios de grabación… y prefiero no herir nombres para evitar susceptibilidades.
Así que por ahora el cargo de rey está vacío y no hay a la vista quien lo ocupe, preferimos sinceramente que Jackson siga en ese puesto desde donde quiera que esté. Vemos en el firmamento muchas estrellas, unas brillas más que otras y algunas son tan fugaces que sólo unos pocos los ven y su resplandor dura un segundo, pero pocas veces se ve nacer y crecer a una verdadera luminaria que cambió el showbitz con su talento.
Gracias a Dios por ese talento….
